Pasó
la Navidad, llegó el nuevo año, y tenemos todos la maravillosa sensación de que
ante nosotros se extienden las páginas en blanco de un libro que dura 12 meses,
páginas que nosotros vamos a llenar de “buenos propósitos”: ponernos a dieta,
ser más cariñosos, meditar, arreglar el armario, estudiar inglés, hacer
ejercicio, leer aquel libro, ir al gimnasio.... ¿os suena? Y
cuando va llegando febrero y empiezan a florecer los almendros, echamos la
vista atrás y comprobamos que nuestros “buenos propósitos” ya han quedado
olvidados. Nos sentimos frustrados por no haber sido capaces de llevarlos
a cabo, pero como no hay otro “inicio” semejante al comienzo de un nuevo año,
lo dejamos pasar, volvemos a nuestras rutinas (que no nos gustan) y aparcamos
nuestro proyecto de Ser a otra fecha significativa que nos anime al cambio. “No
es buen momento”, nos decimos, “es difícil cambiar”, nos justificamos, “cuando
llegue tal fecha lo intentaré otra vez”, nos engañamos.
¿Por qué nos ocurre esto?
Cuando
me planteé la pregunta, decidí enfocarlo desde el punto de vista de la Medicina
Tradicional China. Los chinos han obtenido su sabiduría milenaria de la
observación de la Naturaleza, y de la concepción del hombre como un ser entre
el Cielo y la Tierra que responde a los influjos de ambos. “Como es arriba es
abajo”, dice la filosofía hermética, y "como es afuera es adentro",
dicen los chinos.
¿Tiene
la Naturaleza una lista de "buenos propósitos"? ¿Los animales se
ponen a dieta? ¿Hacen los árboles cambios drásticos? ¿Se frustran los leones
cuando fracasan en su cacería? ¿Decide la luna que va a estar siempre llena?
¿Pretende la primavera llegar en una fecha concreta y si ese día hace frío dice
que ya no va a volver a ser primavera? ¿Empuja el sol a la noche para que
amanezca antes? ¿Quiere la montaña ser un río?
Preguntas absurdas, ¿a que sí? Vemos que la naturaleza
"fluye", no presenta oposición; los cambios son paulatinos, lentos;
no se plantea metas a largo plazo, sino que vive el presente absoluto, y ningún
elemento pretende ser algo que no es.
No significa esto que no intentemos modificar ciertos
aspectos de nuestra vida pero hay que ser muy
cauto al elegirlos.
Si partimos de la aceptación de lo que somos, más de la mitad de los
"buenos propósitos" desaparecen. Comiendo de manera equilibrada no
hay que ponerse a dieta ni privarse de ningún alimento; cuidando nuestro cuerpo
como templo que es de nuestra alma no hay que castigarse en el
gimnasio pretendiendo entrar en una talla más pequeña; alimentando
nuestra mente, por naturaleza curiosa, no tendremos que "imponernos"
el estudiar o leer aquel libro.
El
modo en que aspiramos a conseguir las cosas es ya de por sí un obstáculo.
Queremos hacerlo todo rápidamente, obtener resultados de manera inmediata, y en
la Naturaleza los cambios son paulatinos: observar cómo la flor de un árbol se
va transformando en un fruto es toda una lección de paciencia y de coraje. De
manera lenta, casi imperceptible pero continua, la metamorfosis se produce.
Seamos tolerantes con nosotros mismos y sigamos el ejemplo. Para llegar al
fruto hace falta tiempo, cuidados, constancia y nada de prisas ni metas
inalcanzables.
Otra causa de abandono, normalmente unida a la anterior, es la
frustración, que suele ser consecuencia de una errónea elección del objetivo
(queremos ser algo que no está en nuestro diseño) o de nuestra impaciencia. ¿Habéis
pensado cuántos intentos tiene que hacer un animal para cazar y poder comer?
¿Se frustra cada vez que la presa se escapa? ¿Se deprime el árbol por cada flor
que se cae y no llega a ser fruto? No. Pues tomemos nota. Hay cosas que no se
consiguen a la primera y eso no lo hemos de vivir como un fracaso, sino como
un aprendizaje. Hay que seguir intentándolo poco a poco, con paciencia y
serenidad, y en el momento más inesperado tendremos los resultados, que a lo mejor
no son los que esperábamos sino mucho mejores.
Y por último, no pensemos que hay "fechas especiales" para
empezar algo. Cada día es nuevo, cada instante es único e irrepetible, cada
momento es bueno para empezar. Podemos decidir hoy, sea jueves, lunes, enero o
agosto, cambiar algo en nosotros que nos hace daño, o aprender algo que no
sabemos, o iniciar una ruta nueva porque hoy, y solo hoy, es el primer día del resto de nuestra vida. Cada amanecer es limpio, puro,
lleno de posibilidades. Cada noche es única, fértil, llena de sabiduría.
Así que hoy, reflexiona sobre aquello que quieres equilibrar, retomar o
conseguir, sumérgete en la Naturaleza y escucha la manera en que ella
tiene de hacerlo. Y empieza a caminar....sin el peso de "los buenos
propósitos".