domingo, 24 de junio de 2012

La enfermedad


      En los dos meses de andadura de este blog de Medicina Tradicional China 2.0 hemos visto ya bastantes cosas: sabemos lo que es el qi y cómo baila, el concepto de yin-yang, qué son los resonadores (incluso hemos trabajado con alguno de ellos), qué son los jiaos, cómo respirar... y también cómo ser dichoso (¡no feliz!), cómo actuar con impecabilidad y QUE TODOS SOMOS UNO (espero que esto al menos haya quedado claro).
     Antes de pasar a conceptos más propios de medicina china, como los Reinos Mutantes, tengo intención de ver en tres entradas consecutivas qué es la enfermedad, para qué sirve un terapeuta y cómo son los tratamientos de Medicina China. Y digo "tengo intención" porque el blog tiene vida propia, y no siempre quiere lo mismo que yo.
     Para empezar creo que debemos de tener claro qué es la enfermedad dentro de este mundo, porque solo comprendiendo el proceso podremos aliarnos con él y utilizarlo como trampolín de desarrollo personal y espiritual.
Para los orientales, la salud reside en el equilibrio entre pensamiento, sentimiento y acción. Esta frase merece una cuidada reflexión. ¿Cuántas veces pensamos una cosa, sentimos otra y decimos una muy distinta? Estamos disociados, y ello nos lleva a enfermar. El hombre es un ser entre el cielo y la tierra (recordemos las tres alimentaciones, celeste, humana y terrestre) y si no somos ese intermediario entre las fuerzas cósmicas y telúricas dejaremos de cumplir nuestra función y nuestra forma se deteriorará.
   ¿Son el dolor y la enfermedad consustanciales a la existencia del hombre? Parece que el dolor sí, ya que es el mecanismo de aviso que tiene el cuerpo para sobrevivir (si me quemo, me duele para que retire la mano del fuego). Sin embargo la enfermedad es algo cultural, y depende de cómo vivamos los procesos. De hecho, en la Escuela Neijing la definimos como un proceso evolutivo de la salud.
   "La Vida siempre habla a los hombres en susurros. Hay que saber entender las señales, porque si no te pega gritos con enfermedades". Esta es una de las primeras frases sabias que tengo en mis apuntes. Está claro que la humanidad no sabe escuchar, y por eso hay enfermos y por eso existimos los terapeutas.
   ¿Cómo abordar, pues, la enfermedad? Si cada ser viene aquí con un proyecto que cumplir, cuando deja de realizarlo enferma, porque el cuerpo presenta una resistencia al estar diseñado para la función correspondiente. No debemos ver entonces la enfermedad como un huésped enemigo, sino como una pérdida de equilibrio con el medio. La enfermedad viene para que el ser no se resista, y si nos abandonamos, descubrimos el tesoro que encierra. 
     El Sowen, uno de los libros más antiguos de Medicina China, nos dice que en la alta antigüedad, cuando el ser enfermaba se refugiaba en el templo. Esto, en palabras de hoy, significa que cuando enfermamos debemos ir hacia adentro, a nuestro interior, a nuestro templo, y ver qué nos está susurrando (o gritando) la Vida. Sin embargo, lo que hacemos es tomar rápidamente una pastilla que nos quite el síntoma para poder seguir con nuestras actividades diarias, y perdemos la posibilidad de escuchar lo que esa enfermedad quiere decirnos. Cuanto menor y más persistente sea la falta de escucha, mayor será el problema que nos generemos. 
  "Debes ser más flexible", nos dicen el dolor de rodilla y la arterioesclerosis, "no dejes de avanzar", dice el pie dañado, "cuida lo que hablas" nos dice la afonía, "libérate de tantas cargas inútiles" nos grita el dolor de espalda..... Cada uno podemos preguntarle a nuestro cuerpo doliente qué nos quiere decir, y hacerle caso.
   Hay veces que el proceso de enfermedad, o incluso de deterioro natural del cuerpo se presenta como inevitable. La actuación entonces sería no luchar contra ello, sino aceptarlo como la evolución hacia un nuevo sentido de vida. Es claro que con 60 años no podemos hacer lo mismo que con 20. ¿Es eso estar enfermo? Por supuesto que no. Ya sabemos que cualquier equilibrio solo puede ser dinámico, y el estado de salud es un estado de equilibrio. Si comprendemos que cada edad tiene el suyo (un joven tiene mucho yang, está en proceso de expansión, mientras que un anciano tiene mucho yin, está en proceso de contracción), hagamos igual con la enfermedad. Ello nos permitirá ir fluyendo en cada etapa, y darnos cuenta de que si la forma está modificándose también lo debe hacer la función, porque ambas forman un tao.
  ¿Vive Stephen Hawking como un enfermo? Tiene todas las papeletas para ser un minusválido dependiente e inútil, pero él supo fluir con su esclerosis lateral amiotrófica y hoy es uno de los físicos y cosmólogos más brillantes de nuestro tiempo. Tomemos ejemplo de él y de tantos otros valientes y empleemos la enfermedad como un proceso evolutivo de la salud, una oportunidad de explorar nuevos mundos, nuevas experiencias, nuevas tareas, y no como una oportunidad para la queja, el lamento o el manejo a los demás.
   Escuchemos nuestro cuerpo y démosle gracias de todo corazón, porque nos está hablando con el lenguaje que conoce. Hagámonos responsables de la enfermedad, como si fuera una invitada. Si está de paso, charlemos con ella, veamos qué nos cuenta y volvamos a retomar nuestro camino. Y si viene para quedarse, arreglemos la casa, hagamos una habitación nueva para ella y pintemos las paredes de colores. Seguro que nos muestra otro camino distinto, que será el que tengamos que seguir... adelante, siempre adelante.


6 comentarios:

  1. Felicidades Raquel me encanta, me parece un texto genial que da mucha esperanza en una época en la sufrimos una invasión de enfermedades desconcertantes , las cuales las personas no tienen capacidad para afrontarlas, muy positivo

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  2. Muchas gracias, Mercedes. Sí, considero que esta forma de ver la enfermedad es especialmente adecuada en estos momentos concretos que vivimos, con tanto miedo y tanta incertidumbre...¡¡Tanto potencial para crecer!!

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  3. Raquel, eres mi medicina natural.
    Leerte me sana.
    Te hecho de menos!!! . Bss

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    1. Muchas gracias, pero no olvides que el poder sanador lo tienes tú y solo tú.

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